enero 31, 2014
El hombre más inteligente de la historia
Soy de los que piensan que la
inteligencia no tiene tanto que ver con la genialidad. La historia da
testimonio de genios cuya inteligencia era regular, a veces por debajo del
promedio. La inteligencia tampoco es determinante en la sabiduría, pues me he
hartado de conocer sabios quienes apenas saben escribir, y en algunos casos, ni
siquiera eso. Lo dicho anteriormente no me impide, en ningún modo, admirar las
mentes prodigiosas, las bendecidas con algún talento único e impresionante.
Muchas veces en la infancia, me
preguntaba quién era el hombre más inteligente del mundo, de la historia, pero
fue una pregunta que con el tiempo perdió sentido porque llegué a comprender
que la inteligencia no es determinante en el grado de felicidad de una persona,
como tampoco lo es la belleza, la fuerza, la fama, etcétera.
Pero hoy, con 23 años, he encontrado
al hombre que bien pudiera merecer ese
título, su nombre: William James Sidis.
A
continuación mencionaré algunas de las hazañas de este hombre prodigio, no sin
antes advertir que muchas de estas pueden ser mitos, como bien señaló un
investigador, según nos señala la Wikipedia en inglés:
“Nunca
he encontrado un tema tan lleno de mentiras, mitos, medias verdades,
exageraciones y otras formas de desinformación, como en el caso de William
Sidis”.
Nacido
el primero de abril de 1898, Sidis fue un niño prodigio de excepcionales
habilidades matemáticas y facilidad para los lenguajes, que incursionó con
igual maestría en muchísimos campos del conocimiento. Nació en Nueva York, de
padres judíos que fueron fuertemente criticados por inculcarle un temprano amor
al conocimiento a su hijo, quien ya a los 18 meses podía leer el New York
Times. A los 18 meses yo ni siquiera hablaba.
La
fama de Sidis se debió primero a su precocidad, luego a su excentricismo y por
último a su aislamiento de la vida pública y su distanciamiento de las altas
cúpulas de la intelectualidad norteamericana.
A
los ocho años Sidis hablaba ocho idiomas, aparte del inglés: latín, griego,
francés, ruso, alemán, hebreo, turco, y armenio, todos ellos aprendidos de
forma autodidacta y a los siete años inventó un idioma que llamó Vendergood,
expuesto en el segundo libro de su autoría: El Libro del Vendergood.
Este idioma estaba más que todo basado en el latín y el griego, con ciertos
elementos tomados del alemán, el francés y otras lenguas romances.
Sidis de niño |
En
tres días solamente Sidis completó el tercer grado de primaria. Entre los
cuatro y ocho años escribió cuatro libros de anatomía y astronomía, a los ocho
años comenzó sus estudios en el Massachusetts Institute of Technology y a los
once años ya estudiaba en la Universidad de Harvard. A los dieciséis años se
graduó de medicina.
Poco
después de su graduación, a los diecisiete años, Sidis expresó su deseo de
llevar una vida perfecta, lo que para el significaba la soledad y el
aislamiento, además declaró sus intenciones de permanecer en celibato, sin
nunca casarse pues no sentía atracción hacia las mujeres, aunque después
desarrolló atracción hacia una jovencita menor que él de nombre Martha Foley,
quien fuera eventualmente cofundadora de la revista Story que publicó
notables nombres de la literatura norteamericana, entre ellos a otro solitario
como Sidis: J.D Salinger.
Sidis
también incursionó en la política, según una de sus biografías, fue parte de la
Liga de Naciones (predecesora de las Naciones Unidas) pero renunció a la misma
dada la negativa del presidente de los Estados Unidos, Woodrod Wilson, de no
retirar sus tropas de la gran Guerra. Sidis fue también un notable pacifista.
Luego
de que un grupo de estudiantes de Harvard amenazaran físicamente a Sidis, sus
padres le consiguieron un trabajo en William Marsch Rice Institute for the
Advacement of Letters, Science and Art, donde trabajó como asistente en enseñanza de matemáticas.
También trabajaba en su doctorado.
En
dicha institución impartió tres clases: geometría euclidiana, geometría no
euclidiana y trigonometría. Escribió un libro de texto para la clase geometría
euclidiana en griego. Luego de un año, frustrado con su departamento, sus
solicitudes para la enseñanza y el tratamiento recibido por sus estudiantes,
quienes eran mayores que él, Sidis retornó a Nueva Inglaterra. Cuando un amigo
le preguntó porque había regresado, les respondió:
“No
sé porque me dieron el trabajo en primer lugar, no soy un profesor y no me fui,
me pidieron que me fuera”
Sidis
comenzó entonces sus estudios de derecho en Harvard en 1916, a los dieciocho
años, obteniendo excelentes notas pero dejando la carrera poco antes de
terminarla, en 1919. Ese mismo año. Sidis participó en una marcha socialista en
Boston con motivo del día del trabajador, la misma se tornó violenta y fue
arrestado, hecho anunciado en la prensa ya que Sidis era una celebridad debido
a su prodigiosa inteligencia. Sidis declaró durante el proceso que era un firme
cuestionador de la Primera Guerra Mundial, un socialista y ateo.
Luego
de un “exiliio” en la costa oeste, regresó a la costa este en 1921 con la
determinación de llevar una vida independiente y privada y primero que hizo fue
distanciarse de sus padres. Finalmente fallece en 1944 a la edad de 46 años, de
una hemorragia cerebral, poco después de finalizar su séptima carrera.
Después
de su muerte su hermana alegó que William obtuvo el coeficiente intelectual más
alto medido jamás, según ella su calificación fue de 254, siendo la media de un
persona normal entre 90 y 110. Sin embargo no se conserva ningún examen de este
tipo tomado por Sidis, además se cree que su hermana miente debido a la
reputación de esta y de su madre, de exagerar las cualidades de Sidis y de la
familia entera. Según ella, su padre conocía solo 27 idiomas, mientras que su
hermano conocía todos los idiomas del mundo, los cuales se cuentan en cientos.
También afirmó que Sidis era capaz de aprender un idioma en un día, cosa muy
difícil de creer por muy prodigiosa que sea una mente. Lo cierto es que William
conocía alrededor de 40 idiomas al momento de su muerte y es muy probable que
no haya tomado ningún examen de inteligencia puesto que su padre consideraba a
estos como algo tonto, pedante, absurdo e impreciso.
Aparte
de los campos que estudió en la Universidad, Sidis incursionó en diversa
cantidad de tópicos que van desde cosmología, historia de los indígenas
americanos y sistemas de transporte a antropología, sociología y filología.
En
su obra Lo Animado y lo Inanimado, Sidis predijola existencia de
regiones en el espacio en los que la segunda ley de la termodinámica opera en
forma inversa a la dirección temporal experimentada en nuestra área, siendo
todo aquello fuera de nuestra galaxia, aquella región.
En
1935 publicó Las Tribus y los Estados, con el propósito de establecer
una historia de cien mil años a los establecimientos indígenas en norteamerica
desde la prehistoria hasta 1828. En el texto sugiere que hubo un punto en la
historia en que había pieles rojas en Europa y en América, al mismo tiempo. Hoy
día esta teoría está más que desechada y probablemente en su tiempo ni siquiera
fue tomada en serio.
También
le metió a la psicología, siendo un entusiasta investigador de los procesos
subliminales de la conciencia y de los fenómenos paranormales. Fue uno de los
iniciadores de la psicología religiosa y escandalizó al mundo científico de su
tiempo cuando defendió el ejercicio libre de los curanderos o sanadores
mentales) y de terapias como la mind-cure. A pesar de su inteligencia, solo
logró patentar un solo invento: un calendario perpetuo rotativo, algo poco útil
y absurdo para una mente prodogiosa como la suya.
Sidis
fue una persona bastante inteligente, probablemente la más inteligente de toda
la historia pero su único legado para la posteridad fue el debate de cómo guiar
a un niño prodigio para que alcance todo su potencial, argumentan algunos que
la inteligencia de Sidis fue el impedimento para que este alcanzara la
felicidad y que por ende debe encauzarse a los prodigios a ser primero felices
para luego explotar al máximo su potencialidad.
Lo
cierto es que, feliz o no, Sidis no hizo nada específico, probó psicología,
sociología, antropología, física, matemática, ingeniería, anatomía, idiomas,
etc, y fue bueno en todo lo que hizo pero no fue genial, no aportó nada nuevo,
no cambió ningún paradigma, no sacudió las bases de ninguna ciencia o arte,
todo lo dejó a medias. No fue visionario ni revolucionario, tan solo fue un
espectáculo de la prodigiosidad.
Su
historia me confirma una vez más un credo que tengo: no es suficiente ser
inteligente o tener talento para algo, es necesario también la pasión por lo
que se hace y la voluntad para llevar hasta las últimas consecuencias las
posibilidades de nuestro talento e inteligencia. Es imposible no recordar una
de las frases de Kazantzakis: “concentra la voluntad en un punto, y obrarás
milagros”.
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Curiosidades
Venezolano, beisbolista frustrado y aspirante a escritor. Me gradué de Soñador Profesional en la Universidad de los Inútiles, actualmente realizo mi maestría en Persecusión de Ideales. Amante de los libros y el rock. Cuando no ando escribiendo, estoy pensando en lo que escribiré